29/8/08

No estás. Madrid de pronto vuelve a ser aquella ciudad al final de la A-6 a lo lejos. Vuelvo a mirar el puente nuevo, recuerdo mis días en aquel periódico de derechas en que escribí demasiadas palabras sobre él. Lo que me deben, lo que les debo. Madrid vuelve a existir de forma ausente. Donde estuvimos. Lo digo porque tengo una copa vacía sobre la mesa. Una vela roja. Un libro. Y el estómago vacío. Mil páginas en blanco. Madrid es la pequeña calle donde ahora vivo. Aquel bar cerquita y sin saberlo donde nos vimos. Aquellas botas que resbalaron todo el invierno hacia ti. Pero sigue el calor y la bañera es el único recipiente donde el agua puede ser demasiado fría un viernes en que una está sola y porque quiere. Porque tiene una agenda vacía de propósitos. Y los días empiezan más allá de ti. Más allá de septiembre. Te pregunté y sin saberlo tú si se te hacía más grande o más pequeña la ciudad conmigo. Dijiste grande, más llena de gente nueva, más recovecos, más esquinas y lugares que ya son propios, y nuestros. Como el sofá blanco de San Marcos, 14. Como la ventana esta que ahora está abierta a la noche, donde gritan los niños ahora dormidos por las mañanas. (Alguien riega en el patio). Como el 500 pasando por nuestro sueño temprano como un terremoto que ya no me asusta. En el bar de abajo hablan de samba, de baile y noche. Son colombianos. ‘La casita’ se llama. Huele raro. Pero sigo yendo a comprar urgencias. Hay gente por todas partes regresando. Y no está la mano aquí que, como a un gato, acaricia durante horas. Pero están las camisas colgadas de manga larga y los zapatos serios recordando que sí, que ahora existes. Y está el teléfono olvidado en el coche esperando que lo recoja para ser el hilo que me traiga, de nuevo, al Madrid que es ahora.

... contra tí he intentado irme alejarme

la clausura requería velocidad

pero finalmente eras tú quien abría la puerta.

Estabas en cualquier cosa que pudiera

caminar llorar caerse al pozo

y desde la claridad me preguntabas...

Lo dice Bolaño en verso en La Universidad Desconocida.

Una sabe y entiende los silencios de la gente.

encuentro al atardecer



A Dios le gustan las paraguayas. Me lo hizo saber ayer en una acera de la calle San Bernardo. Y compartimos una. Él se tragó su mitad con hueso. Huele bien. Me dio varios abrazos y un beso. Dios va vestido con una camisa abierta y pantalón corto vaquero. Va descalzo y es mudo. Tiene el pelo largo y blanco y la barba le cubre hasta la cintura. Siempre está sonriendo y se ofende mucho si le ofreces dinero. Me dio su dirección y me escribió en una cartulina blanca, sin yo decirle nada, que si quería un trabajo, buscase la fuerza dentro de mí. Me preguntó Dios que qué me faltaba. Y yo le dije que nada. Entonces me dijo que compartiera todo. La gente se asombró mucho viéndonos hablar. Sobre todo unos muchachos chinos. Yo había quedado con el fotógrafo en su casa, y llegué tarde porque Dios me tuvo una hora enredada en gestos y palabras. No me creyó cuando le expliqué por qué tardé tanto en llegar.
Dios vive en Malasaña. Seguramente lo hayan visto pasar alguna vez.




25/8/08

Cabo de San Vicente-Sagres-Vila Nova de Milfontes-Cercal-Sintra-Lisboa

Lo poco que supe de Lisboa, lo encontré en las palabras enamoradas de algún viajero que supo estrujar al paladar su sabor agrio de viejo humo, su temblor de ciudad ocaso, dama de río. Mi abuelo durmió en su 600 azul turquesa para matar el sueño sólo por el placer de pisar sus estrechitas calles. Yo soñé que llegaba, hace ya años, después de empaparme de libros sobre sus bellas revoluciones que destruían monarquías, que insertaron claveles en la boca de fusil de los tanques. Yo soñé que la escribía sin tocarla hasta que una vez más me dije ‘quieta’, espera a respirar su aire.

Que la noche es del fado, todos lo cantan. Y lo sabe el vino alucinado y rojo que en poquitos sorbos nos empujó hacia el mar.

Pero y los pequeños pueblitos salteados de azul y blanco, y las habitaciones, y ese viento alocado de toda la costa revuelta, arrinconada, atlántica de médula, lugar donde agotadas las olas expiran su última y endemoniada fuerza de océano a pulmón. Yo doy voces allá, donde nacieron y no tengo su sabor de maíz este año en la boca.

Estaba ahí y yo no lo sabía.

Desde entonces, Cercal es una botella de ron y polvo nocturno, un inquieto vaivén, una marea deshecha.

Que no diga Pessoa quién es quien vive la vida. Yo no cambio su gesto amargo, ni hablar, por la sonrisa.



Al otro lado de la foto, el fotógrafo, claro. Ji.

8/8/08

He conducido durante horas por carreteras distintas porque soy mujer que se agarra al volante y no se suelta fácil. Hay otras que, mientras el sol nos muele con su dolor necesario, se limpian la cara con la química en una trastienda de barrio. Luego tendrán cientos de niños guapos, con bañadores rojos de diminutas flores. Son mujeres que miran para fuera todo el tiempo y poco para dentro. Leo Madame Bovary mientras dos insectos de colas largas copulan en mi ventana haciendo un ruido que, desde luego, carece de placer, pero le atinan a la vida. Y en el aire.
Hay mujeres cuyas pieles se hoyan como una sardina al sol pierde el apresto. Como una playa que nunca de noche fuera arrasada de agua enloquecida.
Mujeres sin pelo en los rincones, sin arrugas, sin dolores en la memoria.
He llegado hasta un sur extraño. Los volcanes no siempre nacen de los mismos excesos.
He conducido muchas horas.
Cabo de Gata. Donde la alegría de las niñas me espera sin máscaras.
Y refrescos para el alma y el zapato.
Madrid-Cádiz-Málaga-Almería.
Y no me quejo.
Tal vez ellas,
en fin...
eso es quejarse.

4/8/08




Ya no hay nada

en la nevera.

Apenas una espera

una fruta que enferma

sin corazón ni hueso.

Y aquí

entre las manos

un quiste hipercalórico

una revolución

que no tiene bandera.

Sin cientos de kilómetros

sin partir más la noche.

Voy en busca de tiempo

de calor y de agua.

Vacaciones.

1/8/08


Ponerse al lado de una réplica exacta de Little Boy y Fat Man, aquellas que reventaron en Iroshima y Nagasaki, es posible.

Comprarse una casa en la ciudad del Medio Ambiente, por la que han destruido el paisaje soriano, está al alcance de algunos.
Un chaval de 18 años, se caga en sus padres, literal que no literariamente, en El País, pueden leerlo durante todo el mes de agosto, una columna diaria.

Batman bate un récord de taquilla y a mí ayer, entre la cena y las llamadas, me gustó la primera.

Yo paseo en chanclas por una Gran Vía temprana. En vestido de piscina pienso que he perdido esa periférica costumbre de ponerse guapa para venir a Madrid. Tomo café y tostadas con tomate y aceite y moteo el periódico de gotas transparentes. Pero suenan Silvio y Drexler, de regalo.

No entiendo nada aún, ni de hipotecas, ni déficit ni deuda. No entiendo de ingredientes antiguos ni de límites al abrir la boca. De la historia reciente la Europa del Este. Me cuestan los diptongos, los hiatos. No sé los ciclos de las plantas. Ni cómo mi CV sería deseable.

Así parto el 2008 cuando entonces yo asomaba. A las 10 en punto.

Vamos a celebrar el mundo, tal y como es... hoy no es día de ponerse quisquillosos.